Feedback
Feedback gevenNuestra visita a la tortita sólo duró dos horas. Eran las siete de la tarde cuando dejamos el coche en el estacionamiento ubicado en la plaza de la república de Braga, la noche caía muy rápido y apenas había gente en la calle. Vinimos de pasar el día en barnices bastante cansados visitando el mercado y la ciudad deseando encontrar un lugar tranquilo para sentarse y tomar una bebida caliente porque el frío se estaba convirtiendo gradualmente en más intenso. Después de dar un pequeño giro alrededor de la enorme plaza, observamos en la parte inferior de ella y bajo unos pocos acres de luces violetas y a un pie una pequeña terraza totalmente vacía como siempre, curioso y ansioso de saber algo nuevo nos acercamos y descubrimos que esas luces eran las de un café, y digo café porque era lo que puso. Sin embargo, una vez dentro del local y sentado en la mesa, observamos que en la carta lo que más ofrecen eran varios tipos de chocolate al compañero de taza del café clásico, que si se preparaban por igual y varias mesas para él, aumentaron su oferta al restaurante que estábamos inmersos en un lugar típico del siglo xix para su mobiliario y decoración, sólo que en esta ocasión un televisor afeitado el escenario. En el fondo y con luces de neón rosa, anunciaron el año de su nacimiento fechado en 1871, es decir, en pleno auge de las tertulias literarias, sólo que en esta ocasión los que estaban en el lugar no hablaron, simplemente vieron la televisión que en esta ocasión era de un juego de oporto la verdad es que los chocolates que tomamos eran grandes, lástima que carecían de los picatostes.
Tal vez este es el café panquequeque más emblemático y tradicional, ya que se ha abierto desde el año 1.858. se encuentra en el bajo y soportes del edificio conocido como arqueado, en el centro de la praça da República, en el que se encuentra su terraza siempre ocupada. Es un lugar muy agradable para tomar una copa, desde una soda simple, helado o cerveza, hasta un buen desayuno o aperitivo acompañado por un pedazo de pastel o una pedacito de pastel. la decoración del interior del local mantiene el estilo de un viejo café del siglo xix, predominando la madera y el mármol.
Comimos en este restaurante porque el precio no era muy alto y no retirar demasiado de la zona central. la amabilidad de los camareros dejó mucho que desear, la comida tomó mucho tiempo para llegar, pedimos un paquete de jamón y queso, que al menos podría haber calentado un poco, pedimos una botella de agua grande, lo trajeron pequeño pero luego en la cuenta si se puso el grande; cuando afirmaron que no pidió o se disculpó, pusieron mala cara como si la culpa fuera nuestra y nos dijo que era 1 euros menos, sin tener fuera otro mundo.
Situado en la plaza de la república de Braga, sin duda su mayor atracción es la situación. Elegimos el café Vianna para la cena porque era lo que más teníamos a mano y los precios que habían expuesto no eran muy caros que el personal es lento y poco amistoso. antes de cualquier cosa como de costumbre en esta área te dejan en la mesa pan y mantequilla que te cobrará al final, si no los consumes lo restarán de la cuenta que pedimos platos muy simples, hamburguesa y franquicia (típico portugués) pero lo servimos frío y sin gracia. la hamburguesa era pan de moho con un pedazo de carne y otro de jamón encima y con muuuucha guarnición de lechuga, lombarda y zanahoria (la hamburguesa era rígida) y la franquicia tenía salchicha que el menre normal no lleva y lo cubre con un bescamel frío en corto, no vale (al menos la cena) porque la calidad es bastante pequeña.
Fuimos a cenar porque aparece en todas las guías turísticas, pedimos dos ensaladas muy completas, tanto que una traía un pelo, casi cuando estaba acabándola y en la otra, las varitas de cangrejo de hacía 3 semanas olían a rancio antes de probarlas. Se lo mostramos al camarero y no solo no pidió disculpas y no ofreció una alternativa sino que lo incluyó igualmente en la cuenta,.... me tuve que negar a pagar ese cangrejo....