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Feedback gevenLas montañas de Galipán se encuentran a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar. Desde ellas se puede ver el verde del bosque y desde algunos puntos el Caribe y su esplendor, las naves en su llegada, las flores que rodean cada paso que se da, la magia. Eso fue lo que trajo a Nela Moser a este paraíso. Trabajó en publicidad toda su vida y de repente decidió dar un cambio drástico y volver al servicio todo lo que su carrera le había dado. La primera tarea era establecerse y así alcanzar una tierra donde levantar su casa, que ahora muestra los materiales más puros de la zona: madera, fibras materiales, barro y piedra. Esta acogedora casa es también la sede de su taller "Pichacho", donde asegura que todos trabajen felices. "Aquí no hay prisa, si algo sale mal, se hace de nuevo, porque todo debe ser perfecto o al menos acercarse a él." En los chocolates del Picacho están hechos de chocolate con leche, oscuro y blanco. Nela y dos asistentes, dos jóvenes que también viven en Galipán, dan rienda suelta a su imaginación cada día, dando a luz formas de presentar los dulces, que se ofrecen en cajas, bagels, rellenos y bautizados con nombres particulares. La montaña le dio tanto a Nela que incluso dio para escribir un libro. Un cuento donde una princesa recibe un regalo, un pastel de chocolate, y así ella recorre la historia entre duendes, cocineros y otros personajes fantásticos que recorren las montañas de Galipán y otros espacios de la geografía venezolana para encontrar el ingrediente perfecto.
En nuestra segunda visita con Fundición, descubrimos esta primera parada en su ruta ecopatrimonial al Jardín Moeo de las Piedras Marinas Soñadoras: Chocolates Picados. Ubicado en San Antonio de Galipan, ofrece una variedad de delicias dulces en distintas presentaciones, ya sea para disfrutar en el lugar o para regalar. Atendido por sus propios dueños, es un rincón mágico donde vale la pena descansar, admirar el arte y disfrutar de los sabores deliciosos.